La Unidad de Cadetes de la Base Terminus
Relato de ciencia ficción - Virus "Parasis" I
Una historia de entrenamiento, conspiración y supervivencia en una base marciana bajo amenaza.
Este relato marca el inicio de la serie de ciencia ficción "Virus Parasis", ambientada en un futuro próximo donde la humanidad ha colonizado Marte. La base Terminus, centro militar estratégico, se convierte en un enclave clave frente a una posible amenaza biológica: el virus Parasis, letal y sin cura conocida. Lily, una cadete reciente con un pasado lleno de sombras, se encuentra en medio de un escenario que pone a prueba su valor y habilidades.
Relato completo
La compuerta se abrió y un buggy cubierto de arena rojiza entró en el muelle de carga. Los cuatro marines de la unidad descendieron para encaminarse hacia descompresión. Lily observaba la llegada de los exploradores desde el cristal en la sección de entrenamiento. «¿Habrán descubierto algo en el desierto antiguo del Valle Marineris?»La base Terminus se encontraba en alerta amarilla tras las noticias sobre la terrible expansión del virus Parasis en la Tierra. Según los reportes, los síntomas comenzaban con tos, fiebre y calambres. El verdadero problema era que la fuerte infección respiratoria y parálisis motora provocadas por el virus acababan con la vida del enfermo.
Aunque los controles en la base militar eran muy estrictos y no se había registrado ningún caso en Marte, Lily sentía escalofríos solo de pensar en qué ocurriría si hubiera contagios allí.
—Siguiente —dijo el sargento, señalando a la joven.
Abandonó sus catastróficos pensamientos y se dirigió a la salida de la prueba de obstáculos. Kurt la miraba fijamente; esto le hizo fruncir el ceño. «¿Por qué tanto interés si ni siquiera me ha dirigido la palabra?». Giró la cabeza para evitar al chico y se percató de que Mike y Sammy la ignoraban como lo habían hecho desde su incorporación a la unidad de cadetes.
Mientras caminaba, se fijó en el sargento Chris. El veterano soldado tenía más de sesenta años. Sin embargo, se mantenía en forma; su camiseta de tirantes marcaba la musculatura en su torso. Sus brazos y piernas estaban esculpidos en el gimnasio de la base. La joven levantó la cabeza cuando pasó a su lado, porque el sargento odiaba que siempre mirara al suelo. Como le decía, no era un avestruz; durante la instrucción quería ver su cara en todo momento.
Al escuchar el silbato, Lily saltó los obstáculos con facilidad y corrió hasta bordear el cono amarillo al fondo de la sala. A continuación, llegó al muro para trepar con la ayuda de una cuerda. Sin embargo, se retrasó mucho; sentía los brazos cansados y apenas lograba levantar su propio peso. Antes de llegar a la cima, apretó los dientes para luego saltar en la colchoneta, donde rodó como una rueda hasta la línea de meta.
—¡No te he escuchado, cadete! —abroncó a la joven en voz alta.
—¡Lo haré mejor la próxima vez, señor! —gritó Lily mientras veía a Mike y Sammy murmurar.
En ese instante, entró en la sala de entrenamiento el capitán Ethan Miller, un oficial condecorado por misiones de exploración y combate con los rusos. Vestía el traje de gala azul, con medallas relucientes en su pecho. Lily se cuadró como el resto de sus compañeros ante ese hombre que transmitía seguridad y confianza. El capitán saludó de forma informal a los cadetes, aunque se detuvo más tiempo frente a Lily, quien se sintió incómoda ante la situación. «¿Por qué me mira tanto si no me conoce de nada?».
A continuación, Ethan agarró del hombro a Chris; ambos se fundieron en un abrazo.
—¿Has venido a ver a tu viejo instructor? —preguntó el sargento con una sonrisa.
—Ya me gustaría que fuera una visita para recordar los viejos tiempos —dijo el capitán apesadumbrado—. Podemos hablar en privado.
—Claro, muchacho.
Antes de ir a su oficina, el sargento ordenó a los cadetes ir a ducharse. Lily recogió su mochila más lentamente que los demás. Intrigada por la situación, subió las escaleras con rapidez y se agachó al entrar en el almacén adyacente al despacho, para espiar la conversación desde el cristal de la puerta compartida por ambos departamentos.
—Chris, necesito hablar contigo sobre la situación actual de la base —comenzó el capitán, con un tono más serio de lo habitual—. Estamos en alerta por el virus Parasis. He hablado con el comandante James Thompson y hemos decidido preparar tres unidades de marines para explorar las cuevas del valle. Según indican algunos informes de inteligencia, los chinos o los rusos podrían ser los responsables de propagar el virus en la Tierra; no sabemos sí ejecutarán algún plan contra nosotros en Marte.
El sargento frunció el ceño, mientras juntaba sus manos.
—¿Cadetes? ¿Quieres usar a muchachos que aún no han terminado su formación? —Chris negó con la cabeza—. Es una locura, Ethan. Pero entiendo la gravedad de la situación.
El capitán asintió; reconocía la preocupación del sargento.
—Necesito a Lily en mi equipo —añadió el marine condecorado—. Estuvo dos años con una banda de contrabandistas robando en los muelles. Es una superviviente nata.
El sargento suspiró, no convencido.
—La chica no está preparada, Ethan. Y James va a rechazar esa petición, lo sabes.
El capitán sonrió con un brillo travieso en sus ojos.
—Ya me la han negado —dijo—. Pero también incluí tu nombre en la lista de mi unidad. Con eso, James no tuvo más opción que aceptar.
Chris se quedó pensativo por un momento, luego asintió lentamente.
—Lo haré por su padre. Fue tu compañero, estuvo bajo mi instrucción. ¿Quién es el cuarto marine?
Ethan se inclinó un poco hacia adelante, como si estuviera compartiendo un secreto.
—Daniel White.
El sargento levantó las cejas, sorprendido.
—¿El médico? ¿El que no ha salido nunca de la base?
Ethan asintió.
—Sí. Pues ya tienes trabajo en la sesión doble de mañana. Asegúrate de que tanto Lily como Daniel aprendan a ponerse el traje de vacío y los procedimientos básicos para moverse con él. Partimos en dos días.
Chris suspiró; aceptaba el desafío.
—Está bien, capitán. Nos aseguraremos de que estén listos.
Ethan le dio una palmada en el hombro, agradecido.
—Gracias, Chris. Tenía la certeza de contar con tu apoyo.
El sargento frunció el ceño, mientras juntaba sus manos.
—¿Cadetes? ¿Quieres usar a muchachos que aún no han terminado su formación? —Chris negó con la cabeza—. Es una locura, Ethan. Pero entiendo la gravedad de la situación.
El capitán asintió; reconocía la preocupación del sargento.
—Necesito a Lily en mi equipo —añadió el marine condecorado—. Estuvo dos años con una banda de contrabandistas robando en los muelles. Es una superviviente nata.
El sargento suspiró, no convencido.
—La chica no está preparada, Ethan. Y James va a rechazar esa petición, lo sabes.
El capitán sonrió con un brillo travieso en sus ojos.
—Ya me la han negado —dijo—. Pero también incluí tu nombre en la lista de mi unidad. Con eso, James no tuvo más opción que aceptar.
Chris se quedó pensativo por un momento, luego asintió lentamente.
—Lo haré por su padre. Fue tu compañero, estuvo bajo mi instrucción. ¿Quién es el cuarto marine?
Ethan se inclinó un poco hacia adelante, como si estuviera compartiendo un secreto.
—Daniel White.
El sargento levantó las cejas, sorprendido.
—¿El médico? ¿El que no ha salido nunca de la base?
Ethan asintió.
—Sí. Pues ya tienes trabajo en la sesión doble de mañana. Asegúrate de que tanto Lily como Daniel aprendan a ponerse el traje de vacío y los procedimientos básicos para moverse con él. Partimos en dos días.
Chris suspiró; aceptaba el desafío.
—Está bien, capitán. Nos aseguraremos de que estén listos.
Ethan le dio una palmada en el hombro, agradecido.
—Gracias, Chris. Tenía la certeza de contar con tu apoyo.
Gracias por pasarte,
Un saludo



No hay comentarios:
Publicar un comentario