martes, 12 de agosto de 2025

EL PRESTON COLLEGE. Relato juvenil contemporáneo

El Preston College

Relato juvenil contemporáneo


Una historia de adaptación, presión académica y rivalidades silenciosas en un nuevo instituto.
Este relato nos sumerge en la vida de Emily, una joven estudiante trasladada a un elitista centro educativo, el Preston College. La joven descubrirá que integrarse en un entorno competitivo y jerarquizado no será fácil. El uniforme, las reglas estrictas, los compañeros hostiles y un vigilante de pasillo autoritario construyen un clima de tensión creciente.




Relato completo

    El instituto Preston College era un monumento a la excelencia educativa. Se encontraba en el centro urbano y su imponente fachada, de mármol blanco y cristal, dominaba la vista desde el inicio de la calle. No quería ir, pero mis padres tuvieron que mudarse por trabajo. Tanto mi hermana Charlotte como yo intentamos persuadirlos para que consideraran una opción más cercana a nuestro antiguo barrio, como la Escuela Secundaria Westside donde estudiábamos antes, con su distintiva fachada de ladrillo rojo, pasillos decorados con murales, y taquillas de brillantes colores cubiertas con pegatinas.

    El concepto de uniforme escolar era completamente nuevo para mí, y me sentía ridícula al vestir la blusa beige de manga corta abotonada, la falda a cuadros en tonos azules y dorados, medias blancas y zapatos de cuero negro. Los pasos de los alumnos resonaban en los corredores revestidos de mármol pulido. No se permitía hablar y cada uno debía saber a qué clase dirigirse o recurrir al vigilante de pasillos para que lo orientara. Por desgracia, me tocó preguntar a Matthew, quien me miraba con desdén, como si fuera insignificante. Este chico espigado se paseaba con una actitud de superioridad, asegurándose de mantener el orden y la disciplina en todo momento.

    Recuerdo que el segundo día me tocó salir a la pizarra a resolver un problema de matemáticas. Apenas había conversado con un par de compañeras sobre el tipo de cuadernos que debíamos usar. Me percaté de que algunos chicos me ignoraban de forma deliberada, pero sentía sus miradas escrutadoras a distancia. El resto me observaba, como si fuera una intrusa que había llegado a mitad de curso con el oscuro objetivo de robarles su cupo de protagonismo, cuando la profesora me señaló con el dedo.

    Mientras me encontraba frente a la clase, tiza en mano, la tensión era palpable. Al apoyar el yeso en la pizarra, un fragmento se desprendió y cayó al suelo, desencadenando entre mis compañeros un murmullo que la maestra silenció de inmediato. El problema parecía simple, y me sorprendió que los dos estudiantes anteriores no lo hubieran resuelto. A pesar de mi nerviosismo, lo logré en cuestión de segundos. Al concluir, solo recibí elogios de la profesora, mientras que la mayoría de mis compañeros me lanzaban miradas hostiles.
    Al día siguiente, la maestra decidió cambiarme de sitio. Me colocó cerca de su mesa y escuché susurros que me maldecían. Tuve la tentación de llorar y abandonar el instituto, pero sabía que mis padres habían hecho muchos sacrificios para que pudiera estudiar allí, y comprendí que debía ser fuerte a fin de superar los problemas que se avecinaban. De repente, llamaron a la puerta y Matthew, señalando su distintivo de monitor de disciplina, le dijo a la profesora que me convocaban el director y la jefa de estudios en la sala de juntas. Aunque no había hecho nada malo, la sonrisa burlona en los rostros de mis compañeros me hizo sentir como si estuviera caminando hacia mi propia ejecución.

    Las cristaleras de la sala de juntas eran opacas para garantizar la privacidad en las reuniones del claustro de profesores. Dos puertas metálicas daban acceso a la estancia, que estaba compuesta por una mesa circular con más de treinta puestos individuales, la mayoría vacíos en ese momento, con excepción de tres ocupados en una de las cabeceras. Una pantalla de grandes dimensiones colgaba sobre la mesa, mostrando una imagen estática con el escudo del instituto.

    Dos hombres y una mujer se pusieron de pie para recibirme. El más alto era el director, Tim Ford, cuyo cabello canoso y poblado bigote le otorgaban una apariencia distintiva. A su lado Nancy Evans, la jefa de estudios, destacaba por un mechón blanco en su corto cabello negro, que añadía un toque de autoridad a su semblante. Completaba el trío Tracy Hitman, el secretario, con su pelo castaño corto peinado elegantemente hacia un lateral, y una perpetua sonrisa en su rostro.
    Una vez despedido el joven Matthew, la jefa de estudios me indicó que tomara asiento mientras mi expediente se proyectaba en la pantalla ante nosotros. Sentí los nervios aflorar, y entrelacé los dedos de mis manos en un intento por controlarlos.

    —Háblame de tu familia —inquirió la mujer mientras repasaba los datos en la pantalla.

    —Mis padres son profesores, trabajan en el colegio asociado a este centro. Además, tengo una hermana menor, Charlotte, que está cursando primer año aquí —respondí, alternando la mirada entre los miembros del claustro.

    —Interesante. Bueno, Emily, te hemos convocado aquí porque necesitamos tu colaboración para participar en el concurso estatal de matemáticas, donde compiten todos los institutos —anunció Evans, elevando el tono de su voz.

    —Entiendo. ¿Y por qué yo? —pregunté con suspicacia, pues me resultaba extraño que me eligieran siendo una alumna recién llegada a mitad de curso.

    —Porque tus notas son excelentes y se dice que eres hábil resolviendo problemas. Además, tu hermana podría beneficiarse de esto. Si logramos ganar el concurso, estaré encantada de ofrecerle una beca de estudios que ahorraría a tus padres mucho dinero —explicó Evans, esbozando una sonrisa forzada.

    —Lo entiendo. Haré lo que sea necesario para ayudar —respondí resignada.

    —Eso es lo que esperaba oír. Confío en que serás una gran participante en el concurso —concluyó Evans, apagando la pantalla.

    Mientras permanecía en silencio, tuve la certeza de que mis compañeros me odiarían un poco más al enterarse de mi participación en el torneo matemático. En mi interior, sentía que el concurso era más una especie de castigo que una recompensa.

Espero que te guste,

Un saludo

2 comentarios:

  1. Buen texto. Me lo imagino dentro de una historia, un simple pasaje donde invitan al protagonista a un concurso, pero la tensión creada, te deja sentir que existe algo más.

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    1. Me alegro que te haya gustado el relato. Siempre me gusta dejar una puerta abierta en mis escritos por si decido ampliar la historia. Gracias por pasarte. Un abrazo

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