lunes, 25 de noviembre de 2024

EL REGRESO AL HOGAR. Relato inspirado en La Leyenda de los Cinco Anillos

El regreso al hogar



Relato inspirado en La Leyenda de los Cinco Anillos

El relato de hoy está inspirado en el universo del juego de rol La Leyenda de los Cinco Anillos. Esta historia de fantasía oriental nos lleva al corazón del clan Kitsuki, donde el joven Shuro regresa a casa tras años de formación como investigador. Enfrentado a las tensiones familiares y las exigencias de la tradición, deberá decidir si el deber hacia su linaje significa obedecer ciegamente o luchar por su propio camino. Una historia íntima sobre el honor, el conocimiento y el conflicto entre generaciones.




Relato completo


    Kitsuki Shuro regresaba a casa por primera vez tras completar su formación de tres años en la Escuela Kitsuki del Investigador. En su mente resonaban las palabras de despedida de su maestro, quien lo había visto partir: «Has sido uno de mis mejores alumnos, Shuro. La verdad nunca te faltará si la buscas con el corazón». Sin embargo, mientras ascendía el empinado sendero hacia su hogar en las montañas, la presión en su pecho se lo recordaba: aquellas palabras, por valiosas que fueran, no serían suficientes para impresionar a su padre. 

    Al cruzar el umbral de la casa, el aroma familiar del incienso lo envolvió, como si le diera la bienvenida a aquel espacio que siempre había considerado su hogar. En la sala de té, su madre, Kitsuki Katumi, lo esperaba con dos tazas ya servidas. Le dedicó una sonrisa cariñosa, esa en la cual él siempre encontraba consuelo.


    Katumi no necesitaba preguntarle si había terminado su formación; lo supo en cuanto vio el orgullo reflejado en los ojos de su hijo. Se tomó su tiempo para felicitarlo, elogiando su determinación y recordándole que su travesía apenas comenzaba. Con voz dulce, le habló de la posibilidad de viajar más allá de las montañas, para explorar las cortes de otros clanes, los rincones lejanos del Imperio, como si intentara plantar en él la semilla de la curiosidad.

     —Rokugan es vasto y diverso, hijo —le comentó, con un tono cargado de ilusión—. Cada región guarda secretos, tú tienes un don especial para descubrirlos. 

    Shuro asintió en silencio, agradecido por sus palabras y la luz brillante en los ojos de su madre. Mientras ella continuaba mencionando nombres de ciudades lejanas que él solo había leído en los libros de la biblioteca de su escuela, Shuro percibió en sus palabras un deseo real de verlo superar las fronteras de su clan. Quería ver a su madre orgullosa. Para Katumi, las expectativas tradicionales no significaban nada; veía en su hijo el potencial de ser un magistrado cuyo nombre sería reconocido en todo el Imperio. 

    Pero aquella paz duró poco. Los pasos de su padre, Mirumoto Saito, resonaron en el pasillo antes de aparecer él en la sala de té. El cabeza de familia no necesitó invitación para sentarse frente a ellos; su expresión endurecida lo dejó claro: no compartía el entusiasmo de su esposa. 

    —Shuro, veo que has regresado —dijo, sin mirarlo directamente a los ojos—. ¿Has pensado sobre qué hablamos antes de tu partida? 

    Shuro sintió cómo se le encogía el pecho. Sabía bien cuál era la respuesta esperada por Saito: aceptación y obediencia. Sin embargo, no estaba dispuesto a dejar que aquel momento de orgullo, por haber superado su formación, se desvaneciera. 

    —Padre, he terminado mi instrucción. Según el maestro Kitsuki Kenji me ha dicho, soy uno de los alumnos más preparados que jamás ha tenido. Ahora estoy listo para servir a nuestro clan como investigador —respondió, esforzándose por mantener la voz firme. 

    Su padre soltó una risa falsa, sin rastro alguno de alegría.

    —¿Investigar? —repitió, como si la palabra fuera un mal chiste—. El honor de nuestra familia no se sustenta en la observación pasiva, sino en la defensa activa. Tus antepasados empuñaban espadas, no pergaminos. 

    Cada palabra de su padre era como un golpe directo. Shuro intentó mantenerse erguido, pero sentía cómo se quebraba un poco más con cada reproche. «¿Por qué no puede verlo?, también es honorable servir desde el conocimiento», pensó, incapaz de responder en ese instante. 

    Katumi intervino con suavidad, tratando de calmar la tensión. Le recordó a su esposo como Shuro había trabajado arduamente a fin de convertirse en investigador; aquel rol era crucial para el equilibrio del clan. Sin embargo, Saito apenas le prestó atención, volviendo su mirada fría hacia su hijo. 

    —Todo eso son excusas, Katumi —replicó, con voz tensa—. Ya he dispuesto un matrimonio para él, con la hija de un clan guerrero menor. Esta unión fortalecerá nuestra línea y nos proporcionará apoyo militar, que es lo realmente necesario para el clan. 

    Shuro sintió su alma encogerse al oír las palabras de su padre. Su mente comenzó a llenarse de pensamientos amargos. «¿No lo ve acaso?, tengo más valor que el de un simple soldado. Puedo hacer algo más que ser una pieza de su tablero de alianzas», se dijo, mientras se resistía a que las lágrimas asomaran en sus ojos. 

    Aun así, se obligó a mantener la compostura. Miró a su madre, buscando en su rostro la fuerza para sobrellevar aquella humillación, pero ella lo observaba con tristeza. Katumi comprendía que sus palabras no iban a cambiar la voluntad de su esposo, pero le dolía ver el corazón de su hijo romperse en aquel silencio.


    Finalmente, Shuro habló, con un hilo de voz cargado de emoción contenida. 

    —Padre, no deseo deshonrarte, pero tampoco quiero asumir un papel que no me pertenece. Mi destino no es solo empuñar una espada o servir como un peón en una alianza. Mi deber hacia el clan es protegerlo a través del conocimiento, no solo con la fuerza. 

    Saito lo miró en silencio durante unos segundos; a Shuro le parecieron eternos. Finalmente, su padre se levantó sin decir palabra alguna, pero antes de marcharse lanzó una última mirada fría a su hijo. 

    —No espero hacerte entenderlo, Shuro. Solo deseo que cumplas con tu deber —dijo fríamente antes de desaparecer por el pasillo. 

    El muchacho se quedó inmóvil, sintiendo cómo la tristeza y la frustración se apoderaban de su ser. «Para él, jamás seré suficiente», pensó con amargura. Solo la mano de su madre en su hombro le recordó cómo, al menos para ella, siempre sería mucho más, no una simple herramienta del clan.


Espero que te guste

Un saludo

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