En las profundidades de Marte
Relato de ciencia ficción - Virus "Parasis" IV
En esta nueva entrega de la saga “Virus Parasis”, Lily y su equipo se adentran en una red de túneles marcianos en busca de refugio y respuestas. Lo que parecía una simple expedición se convierte en una carrera contrarreloj, entre cadáveres del pasado, rastros de antiguos exploradores rusos y un hallazgo inesperado al final del camino. ¿Qué secretos guarda el subsuelo marciano?
Relato completo
El silencio en de la cueva contrastaba con el caos debido a la tormenta de arena exterior. Los marines avanzaban con cautela, iluminados por las linternas de sus cascos. Los muros eran irregulares, con formaciones rocosas que se extendían hacia el techo como colmillos petrificados. Lily, con el cuerpo aún dolorido por el accidente y la tensión de la tormenta, seguía a sus compañeros pese al agotamiento de sus músculos.Los pasillos eran estrechos, serpenteantes, obligaban al grupo a moverse en fila india en varios tramos. Cada giro y recodo revelaba nuevas ramificaciones, en un laberinto interminable.
—Cuidado con los puntos estrechos —advirtió el sargento Chris al conectar el comunicador de su casco—. No queremos que nadie se quede atrapado.
Lily, con la presión en su pecho mayor a cada paso, avanzaba tras él. El camino se complicaba: pasadizos descendían abruptamente para subir poco después, poniendo a prueba su resistencia física. Al girar hacia un nuevo pasillo, su linterna iluminó un objeto en el suelo.
—He encontrado algo —dijo la joven, señalando con el dedo.
—Alumbrad aquí —ordenó Chris; se puso en cuclillas junto al objeto para inspeccionarlo—. Parece un antiguo detector de metales como los que usaba cuando era cadete.
—¿Reconoces el modelo? —preguntó Ethan; le pasó una célula de energía para activarlo.
—No es de los nuestros, eso seguro —respondió el sargento mientras giraba el aparato para instalar la fuente de energía—. Las indicaciones de la botonera parecen estar escritas en ruso.
—Es ruso —confirmó Daniel, en tanto se acercaba a sus compañeros.
—Debió de pertenecer a uno de los exploradores, cartografiaron la zona hace unos cuarenta años —dijo Ethan—. Eso demuestra su presencia aquí y quizá encontremos más indicios de su paso. Sigamos avanzando.
En un recodo del camino, se toparon con una pequeña cavidad donde las paredes se abrían un poco más, lo cual les permitió un respiro. Ethan levantó la mano para indicar que se detuvieran. Lily se dejó caer contra la pared junto a Daniel; este respiraba agitado debido al cansancio, mientras el sargento exploraba el resto de la cámara.
Al iluminar al fondo, todos vieron el cadáver de un explorador con un parche de la bandera rusa en su hombro izquierdo. Su traje, aunque desgastado, soportó el paso del tiempo, pero a través del casco solo se veían huesos.
Lily sintió un escalofrío recorrer su espalda. Aquel lugar, ya de por sí inquietante, ahora se volvía aún más sombrío. Se acercó con cautela, mientras observaba como el médico se inclinaba sobre el cuerpo.
—Al parecer murió por falta de oxígeno —dijo Daniel tras un breve examen, con voz temblorosa—. Su tanque está completamente vacío.
—¿Cuánto oxígeno nos queda a cada uno? —preguntó Ethan, mirando a sus compañeros.
—Unas cinco horas, pero a mí apenas cuatro —respondió Daniel, aún agitado.
El capitán asintió y se agachó junto a Chris para examinar el traje del explorador. En el pecho, aún se leía el nombre del soldado ruso: Alexei Ivanov. Tras unos minutos de trabajo, lograron conectarse al panel de control del traje y descubrieron una ubicación cercana.
—Parece que pertenecía a un puesto avanzado en las profundidades de esta cueva —dijo Ethan al levantarse—. No podemos perder tiempo. Debemos llegar allí antes de quedarnos sin oxígeno.
El grupo se puso en marcha de nuevo, con Ethan y Chris como líderes. Lily caminó junto a Daniel; lo ayudaba a respirar con más calma, como le enseñaron en su primer año de cadete. La cueva resultaba opresiva, pero los tenues pitidos del detector de metales indicaban la dirección hacia la compuerta de la base.
De repente, un abismo les cortó el camino. La caverna se ensanchaba y, aunque la otra orilla parecía estar a unos diez metros de distancia, el fondo se perdía en la oscuridad.
Lily sintió un nudo en el estómago al mirar hacia abajo. Ethan levantó una mano para indicarles detenerse. Chris abrió una de las mochilas recuperadas del buggy y sacó el equipo de escalada.
—Vamos a necesitar esto —dijo el sargento, mostrando los guantes y botas especiales—. Están diseñados para adherirse a cualquier superficie con una carga eléctrica.
Ethan asintió y se dirigió al resto
—Chris será el primero en cruzar. Usará el equipo de escalada para fijar una cuerda al otro lado. Una vez asegurada, atravesaremos el abismo de uno en uno.
Tras colocarse los guantes y las botas, Chris los activó con un toque. Lily observó con atención mientras él se acercaba al borde del abismo. Con movimientos calculados, comenzó a trepar por la pared, adherido firmemente a la roca.
—No es de los nuestros, eso seguro —respondió el sargento mientras giraba el aparato para instalar la fuente de energía—. Las indicaciones de la botonera parecen estar escritas en ruso.
—Es ruso —confirmó Daniel, en tanto se acercaba a sus compañeros.
—Debió de pertenecer a uno de los exploradores, cartografiaron la zona hace unos cuarenta años —dijo Ethan—. Eso demuestra su presencia aquí y quizá encontremos más indicios de su paso. Sigamos avanzando.
En un recodo del camino, se toparon con una pequeña cavidad donde las paredes se abrían un poco más, lo cual les permitió un respiro. Ethan levantó la mano para indicar que se detuvieran. Lily se dejó caer contra la pared junto a Daniel; este respiraba agitado debido al cansancio, mientras el sargento exploraba el resto de la cámara.
Al iluminar al fondo, todos vieron el cadáver de un explorador con un parche de la bandera rusa en su hombro izquierdo. Su traje, aunque desgastado, soportó el paso del tiempo, pero a través del casco solo se veían huesos.
Lily sintió un escalofrío recorrer su espalda. Aquel lugar, ya de por sí inquietante, ahora se volvía aún más sombrío. Se acercó con cautela, mientras observaba como el médico se inclinaba sobre el cuerpo.
—Al parecer murió por falta de oxígeno —dijo Daniel tras un breve examen, con voz temblorosa—. Su tanque está completamente vacío.
—¿Cuánto oxígeno nos queda a cada uno? —preguntó Ethan, mirando a sus compañeros.
—Unas cinco horas, pero a mí apenas cuatro —respondió Daniel, aún agitado.
El capitán asintió y se agachó junto a Chris para examinar el traje del explorador. En el pecho, aún se leía el nombre del soldado ruso: Alexei Ivanov. Tras unos minutos de trabajo, lograron conectarse al panel de control del traje y descubrieron una ubicación cercana.
—Parece que pertenecía a un puesto avanzado en las profundidades de esta cueva —dijo Ethan al levantarse—. No podemos perder tiempo. Debemos llegar allí antes de quedarnos sin oxígeno.
El grupo se puso en marcha de nuevo, con Ethan y Chris como líderes. Lily caminó junto a Daniel; lo ayudaba a respirar con más calma, como le enseñaron en su primer año de cadete. La cueva resultaba opresiva, pero los tenues pitidos del detector de metales indicaban la dirección hacia la compuerta de la base.
De repente, un abismo les cortó el camino. La caverna se ensanchaba y, aunque la otra orilla parecía estar a unos diez metros de distancia, el fondo se perdía en la oscuridad.
Lily sintió un nudo en el estómago al mirar hacia abajo. Ethan levantó una mano para indicarles detenerse. Chris abrió una de las mochilas recuperadas del buggy y sacó el equipo de escalada.
—Vamos a necesitar esto —dijo el sargento, mostrando los guantes y botas especiales—. Están diseñados para adherirse a cualquier superficie con una carga eléctrica.
Ethan asintió y se dirigió al resto
—Chris será el primero en cruzar. Usará el equipo de escalada para fijar una cuerda al otro lado. Una vez asegurada, atravesaremos el abismo de uno en uno.
Tras colocarse los guantes y las botas, Chris los activó con un toque. Lily observó con atención mientras él se acercaba al borde del abismo. Con movimientos calculados, comenzó a trepar por la pared, adherido firmemente a la roca.

Lily sintió su corazón latir con fuerza mientras observaba al sargento moverse con precisión. Por fin, llegó al otro lado y aseguró la cuerda en una formación rocosa estable.
Ethan fue el primero en cruzar, seguido de Daniel, cuya respiración era más calmada. Finalmente, llegó el turno de Lily. Se colocó los guantes y las botas, activándolos con un toque. Con la cuerda como guía, comenzó a cruzar. «Tengo que conseguirlo», pensó.
El abismo parecía infinito bajo sus pies. La cadete sentía el sudor en su frente, pero mantuvo la concentración. Al llegar al otro lado, Chris la ayudó a subir.
—Buen trabajo, cadete —dijo el sargento; le dio una palmada en el hombro.
Tres horas después, llegaron al túnel del complejo subterráneo. Lily se acercó a la compuerta, preparada para utilizar las ganzúas electrónicas. Al ver el botón de apertura encendido, parpadeó con sorpresa.
—No puede ser... —murmuró, incrédula.
Ethan y los demás se miraron, atónitos.
—¿Podría haber alguien dentro? —preguntó Daniel, observando nervioso a su alrededor.
—No lo sabemos, pero debemos estar preparados. Lily, presiona el botón para abrir. El resto, permaneced atentos —ordenó Ethan, mientras apuntaban con sus rifles Gauss a la compuerta.
Gracias por pasarte,
Un saludo


Pero pero… ahora a esperar la próxima entrega para saber que les espera tras la compuerta. Como cuando terminas un capítulo de tu serie favorita, justo termina con un giro inesperado, y ahora quien es el guapo que apaga la tele y no ve el siguiente episodio 😱
ResponderEliminarMe alegro que te guste esta serie de relatos de ciencia ficción. No obstante, aun quedan algunas sorpresas en "Parasis" por descubrir
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