Soporte Vital
Relato de ciencia ficción basado en Star Trek Adventures
Una cirugía a contrarreloj. Una IA que aprende a sentir. Una nave al borde del desastre.
"Soporte vital" es un relato de ciencia ficción basado en una partida del juego de rol Star Trek Adventures, que narra un momento de máxima tensión a bordo de una nave estelar, donde cada segundo cuenta. El código de soporte vital, escondido en la mente de un boliano, es la última esperanza para evitar la muerte de toda la tripulación.
En medio del caos —gravedad anulada, oxígeno escaso, sistemas colapsando— Skyler debe operar con precisión quirúrgica mientras lucha con sus propios miedos y emociones. A su lado, Scarver, mitad vulcano, apuesta por la intuición sobre la lógica. Y en el corazón del relato, Scottie, una inteligencia artificial insertada en un cuerpo vivo, despierta a una nueva existencia donde el deber se entrelaza con el afecto.
Relato completo
La sección médica de la USS Prometheus, una nave de clase Galaxy, vibraba con el zumbido de los sistemas auxiliares de soporte vital. Las luces frías en los paneles iluminaban la sala de operaciones con un brillo artificial. El aire reciclado olía a desinfectante estéril, mezclado con el tenue aroma metálico de los circuitos quemados.Scarver ajustó la lámpara quirúrgica, enfocando la luz blanca sobre el cráneo expuesto del boliano. Su respiración era lenta, marcada, mientras estudiaba con atención las lecturas en el monitor que proyectaba las imágenes internas del cerebro del paciente. Sin embargo, un ligero temblor en el suelo evidenciaba cómo algo no iba bien en los sistemas de la nave: el soporte vital se agotaba. La tripulación dependía de cuanto sucediera en este quirófano.
Las prótesis cibernéticas estaban incrustadas en zonas críticas, y el cristal en la corteza cerebral emitía un leve brillo azulado, una señal inequívoca de tecnología Borg. Skyler, junto a él, inspeccionaba con su característico enfoque frío y analítico, pero su pulso se aceleraba por momentos.
—Ahí está —murmuró Skyler, señalando el cristal con un movimiento preciso del dedo.
Scarver apretó los dientes.
—Podemos estabilizarlo, pero no creo que recupere sus recuerdos. Y en ellos está el código del soporte vital. Si no actuamos rápido, perderemos cualquier oportunidad de encontrar la forma de salvar a la tripulación.
El silencio cayó sobre ellos, pesado como la gravedad artificial que apenas sostenía el ambiente. Skyler tragó saliva; una idea fue tomando forma en su mente, peligrosa, desesperada.
—Dañaron su cerebro a través del cristal, lo hicieron para que nunca pudiéramos acceder al código. Necesitamos entrar en su mente, o no sobreviviremos.
—Podríamos introducir a Scottie en el sistema del boliano. Con su inhibidor, anularía cualquier control remoto. —Se detuvo un instante a analizar todas las posibilidades—. Si funciona, tendríamos acceso a los recuerdos del paciente. Pero... —miró al pequeño robot con una mezcla de duda y confianza— también le estaríamos dando a una IA todos los códigos de la nave robada por el Borg.
Scarver consideró la propuesta en silencio. La idea lo inquietaba y lo fascinaba por igual. Su lado vulcano calculaba los riesgos, su parte humana temía el precio de ese conocimiento.
—Es arriesgado —admitió finalmente—. Pero si funciona, salvaríamos a toda la tripulación. Además, ¿quién sabe qué descubriremos cuando fusionemos tu unidad robótica con el Borg? Hazlo.
Skyler miró a Scottie por última vez antes de comenzar. El pequeño robot confiaba plenamente en su amiga, la misma que lo había rescatado de las profundidades de la base 57. Ese vínculo emocional los transformó a ambos. Mientras ajustaba los parámetros, una oleada de recuerdos y temores la inundó. «No puedo perderte. No después de todo lo que hemos pasado», pensó, luchando por mantener sus manos firmes.
La ingeniera inspiró profundamente, enfocándose en su tarea. Scarver manejaba con precisión los aspectos biológicos, mientras Skyler combinaba la tecnología del boliano con la de Scottie. «No voy a fallar», prometió en silencio, sintiendo cómo el peso de la responsabilidad se asentaba sobre sus hombros. Conocía los procedimientos de este tipo de operaciones por el simulador. Pero esto era diferente. Ahora, estaba en juego la vida de todo el personal de la nave y de Scottie.
Cuando finalmente conectó el cristal al sistema del pequeño robot, el tiempo pareció detenerse. Las luces del monitor parpadearon; de pronto, la gravedad falló.
Los instrumentos flotaron a su alrededor, bisturís y cables suspendidos como depredadores acechando en el vacío. Skyler sintió su cuerpo elevarse levemente, aferró el borde de la consola con ambas manos, hasta estabilizarse. Scottie aún no había respondido. El boliano se encontraba en un estado intermedio, ni vivo ni muerto, en algún limbo donde los recuerdos luchaban por abrirse paso. Scarver, con reflejos precisos, atrapó una jeringa que flotaba cerca de su rostro.
La ingeniera sintió la falta de oxígeno quemarle los pulmones. La nave se ahogaba con ellos. Su visión se tornó borrosa mientras seguía escribiendo comandos con dedos entumecidos. Su respiración era superficial. Sus pensamientos se mezclaban con el sonido insistente de las alarmas. Cuarenta segundos.
—Scottie... por favor —susurró.
El cuerpo del boliano tembló.
—¿Skyler? —La voz del robot salió de los labios del paciente. Su tono era débil, quebrado, pero inconfundible.
Veinticinco segundos. La ingeniera sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. Una sonrisa de alivio cruzó su rostro mientras respondía:
— Scottie… —Su voz tembló por primera vez en años.
—Si no encuentra el código ahora, todos morimos —dijo Scarver con calma, aunque su corazón latía acelerado.
Scottie pestañeó. Su rostro, si bien era biológico, reflejaba los gestos que solía hacer en su antigua carcasa robótica. Un parpadeo más largo. Un ligero tic en la comisura del labio.
—Un momento —dijo, con un tono de confianza recién nacida.
Las luces de la consola parpadearon en rojo. El oxígeno en la sala descendía rápidamente.
Quince segundos.
Su respiración se volvió irregular. Imágenes desordenadas destellaban en su cabeza. Protocolos de defensa. Rutas de escape. Diseños internos de la nave.
Diez segundos.
El código.
Scottie lo vio, enterrado entre capas de datos corruptos. Un eco de su conciencia lo guiaba hacia él.
Cinco segundos.
—¡Lo tengo! —gritó.
Scarver reaccionó primero.
—Dilo en voz alta. Ahora.
—Código de soporte vital: Sigma-Eta-473 —recitó Scottie.
Skyler no esperó confirmación. Introdujo el código en la consola de emergencia y presionó enter.
Las luces titilaron. Los sistemas pitaron. El aire volvió de golpe.
Skyler se desplomó sobre la consola, inhalando con desesperación. Scarver cerró los ojos por un instante, antes de relajar su expresión.
Scottie, en su nuevo cuerpo, los miró con una extraña mezcla de emociones.
—Eso… fue intenso —murmuró.
Skyler soltó una carcajada entre jadeos, limpiándose el sudor de la frente.
—Bienvenido a la vida orgánica, amigo.
Gracias por leer,
Un saludo
Estupendo, se siente la tensión sobre todo en los últimos instantes “¡Lo tengo!” 😅
ResponderEliminarSi he conseguido que sintieras la tensión de los personajes, me doy por satisfecho. Muchas gracias por pasarte y leer el relato. Un abrazo.
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